LAS DROGAS: EL COMUN EXTRAVIADO
Por: Jesús Gil
Artículo publicado en Mushroom Magazine.
En poco menos de un siglo, el experimento prohibicionista ha logrado reconfigurar el imaginario popular entorno a las drogas al punto de conseguir que la gran mayoría de la población terrestre, tenga hoy en día frente a ellas una postura de recelo o indiferencia, cuando no de pánico y alarmismo a ultranza; derivado de la sistemática desinformación que la prohibición fomenta y que, invariablemente, reproduce prejuicios y permite que se estigmatice a una buena parte de la población mundial adulta. Sin contar las miles de personas muertas, chantajeadas, encarceladas, etc., a causa de ese funesto invento estadounidense llamado “Guerra contra las drogas”.
La efectividad de dicho experimento se hace patente cuando observamos sociedades autodenominadas democráticas ocupadas en defender libertades aquí y allá (los DDHH, la libertad de expresión, la soberanía alimentaria, el derecho al aborto, las libertades sexuales, el cuidado del medio ambiente, los derechos de otras especies animales, etc.), pero que ignoran y menosprecian campechanamente otro derecho fundamental, pues también parte de la autonomía que cada persona tiene sobre su propio cuerpo: el Derecho a consumir drogas. Además, por supuesto, de nuestro Derecho a la Memoria. En este sentido, podemos afirmar que son pocos los mecanismos de enajenación colectiva más exitosamente implementados en toda la historia humana. Para cualquier persona enterada, la historia de la prohibición de las drogas es la misma historia de explotación y colonización de parte de algunos, sobre la inmensa mayoría; y las sociedades latinoamericanas han sido particularmente afectadas por las costosas estrategias prohibicionistas planetarias. Considerando que sigue siendo acatado voluntariamente por dicha mayoría, resulta alarmante tal grado de desempoderamiento civil. Además, justo cuando comienza a ser evidente el grave daño que la prohibición genera y queremos recomponer el rumbo, evidenciamos nuestra torpeza y mala memoria y parecemos desorientadxs. Arrumbamos a las drogas en el armario de nuestra memoria colectiva y ahora no las encontramos. La marihuana, es el más claro ejemplo de esto.
Esta planta ha sido utilizada por la humanidad desde hace varios miles de años. Al día de hoy se le reconocen cerca de sesenta mil empleos posibles. Decir que con ella se pueden fabricar casas, automóviles, combustible, textiles, alimentos; o que su potencial médico apunta a ser una posible cura para el cáncer, a decir de personajes como Rick Simpson y los testimonios de cientos de personas que han sido tratados con su medicina hecha a base de marihuana; es decir lo obvio y aún así, no evidente para, desafortunadamente, muchas personas: ¿Cómo podría la marihuana no ser un bien común?
Esta planta, debería estar en los laboratorios, las fábricas, los hospitales, los mercados y los jardines; y en lugar de eso, el debate contemporáneo entorno a ella, incluso en los círculos más “letrados” en el tema, sigue estancado en si es buena idea o no para el colectivo, permitir que la o el individuo pase un buen rato con ella. Es como discutir los peligros sociales de utilizar un cuchillo, en función, exclusivamente, de ser empleado para untarle algo a un pedazo de pan o para esculpir alguna figura en madera.
Si son o provienen de reinos como el vegetal, el animal o el fungi; cuando no del ingenio de personas como Alexander Shulgin o Albert Hofmann, si han sido empleadas por toda cultura desde tiempos inmemoriales y parecen jugar un papel importante en el proceso evolutivo, si tienen una interacción bioquímica con nuestro organismo, del mismo modo que lo tienen el aire que respiramos, los alimentos que tomamos o las ideas que ingerimos; si además de todo no somos la única especie animal que las consume, ¿cómo pueden las drogas no ser bienes comunes? Bastaron unas cuantas décadas bajo el paradigma prohibicionista para hacer de las drogas esos seres draculinos a los cuales es mejor evitar a toda costa, pues una simple mordida basta para caer irremediablemente. Este es el verdadero peligro de nuestra actual relación con las drogas. Lo que comenzó como un experimento norteamericano hace casi cien años, terminó convirtiéndose en ciudades latinoamericanas bañadas en sangre, explotación, corrupción, esclavitud y muerte. Así que, ¿qué tal si hacemos memoria y las encontramos?
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LAS DROGAS: EL COMUN EXTRAVIADO
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