No tenemos imaginación suficiente para hacernos una idea de lo que nos perdemos. (Jean Toomer)
Introducción. Ciencia y sociedad.
La historia del uso de plantas, hongos y animales por el hombre, por su efecto psicodélico, es muy anterior a la historia escrita, y precede la aparición de la moderna especie humana. Ronald Siegel y Terence McKenna proponen incluso que nuestros ancestros simiescos imitaron otros animales comiendo cosas que causaban un comportamiento inhabitual. De este modo descubrieron las primeras substancias causantes de alteraciones mentales.
Cada vez son más los estudios que afirman la utilización de psicodélicos por parte de antiguas culturas por su efecto sobre la conciencia. Arqueólogos han descubierto antiguas representaciones africanas de hongos creciendo en un cuerpo humano, y recientes descubrimientos en arte rupestre prehistórico en Europa Septentrional sugieren la notable influencia de una consciencia psicodélicamente alterada.
Ciertos autores han emitido la hipótesis de que el lenguaje se desarrolló a partir de una comprensión y asociación psicodélica derivadas de los sonidos bucales emitidos por los primeros homínidos. Otros aseveran que son los estados psicodélicos los que han proporcionado las bases de la conciencia humana más antigua en materia espiritual y por tanto religiosa.
Las visiones, estados extáticos, y el despegue de la imaginación posibilitados por las drogas psicodélicas dieron a dichas substancias un papel importante en las más antiguas culturas. Varios siglos de investigación antropológica han demostrado que esas sociedades hacían uso de psicodélicos para mantener una cohesión y solidaridad social, contribuir en las artes curativas y e inspirar la creatividad artística y espiritual.
Los indígenas del “Nuevo Mundo” utilizaban, y continúan utilizando, una amplia gama de hongos y plantas psicotrópicas. La mayor parte de cuanto sabemos sobre psicodélicos procede del análisis químico de substancias químicas encontradas en materiales del hemisferio occidental: DMT, psilocibina, mescalina, y diversos compuestos similares al LSD.
“Cristales ultrapuros de DMT”
La profundidad y amplitud de los usos de plantas psicodélicas por los habitantes del “Nuevo Mundo” sorprendió y alarmó a los colonos europeos. Esta reacción puede ser explicada en parte a la relativa falta de plantas y hongos alucinógenos en Europa, aunque también se explica por la asociación de estas substancias con la brujería. La iglesia reprimió eficazmente toda información relativa al empleo de estas substancias en el Viejo y Nuevo Mundo, persiguiendo a los practicantes y transmisores de tales enseñanzas. Tan sólo a lo largo de los últimos cincuenta años se tuvo conocimiento que la práctica de rituales con hongos sagrados por los indios de México no desapareció en el S.XVI.
En Europa, el interés por las plantas o drogas psicodélicas y el acceso a ellas fue muy limitado hasta finales del S. XIX., cuando ciertos autores describieron los efectos psicodélicos del opio y el hachís (C. Baudelaire y Th. De Quincey), pero la dosis requerida para llegar a tales efectos fue considerada difícil de consumir, excesiva y peligrosa.
Mescalina
Peyote (Lophophora Williamsii)
La situación empezó a cambiar con el descubrimiento de la mescalina en el peyote, un cactus del nuevo mundo. En la última década del S.XIX, varios químicos alemanes aislaron mescalina a partir del peyote. Los primeros que la probaron alabaron la capacidad de éste para abrir “paraísos artificiales”. Sin embargo, las desagradables nauseas producidas por la substancia podrían relacionarse con la consiguiente falta de interés, no dando lugar en los medios psiquiátricos y médicos más que a un limitado número de artículos sobre ella hasta finales de los años 30. Otro motivo de tal falta de interés por la mescalina fue la predominancia en aquella época del psicoanálisis freudiano en el campo de la psiquiatría. Si Freud tuvo interés por drogas causantes de alteraciones mentales como la cocaína y tabaco, ya no fue el caso de sus discípulos. Freud rechazó la religión, y creyó que la espiritualidad y religiosidad no eran sino defensas contra miedos y deseos pueriles. Tal actitud no favoreció la investigación de la mescalina, substancia inherente a connotaciones de espiritualidad india.
LSD
En 1938, el químico suizo Albert Hofmann desarrolló un estudio sobre el cornezuelo del centeno para la división de productos naturales de Laboratorios Sandoz, importante grupo farmacéutico. Pretendía descubrir una substancia que pudiera contribuir a paliar el sangrado uterino tras el parto. Uno de los compuestos del cornezuelo era el LSD-25 (lysergic aciddyethylamide). Las pruebas realizadas con úteros animales dieron pocos resultados y Hofmann pronto lo dejó de lado. Sin embargo, cinco años más tarde “un curioso presentimiento” incitó a Hofmann a volver a examinar el LSD, y fue entonces cuando descubrió de forma accidental sus potentes propiedades psicodélicas.
Lo más destacable del LSD es que provoca efectos psicodélicos en dosis de millonésimas de gramo, lo cual significa que tiene mil veces la fuerza de la mescalina. De hecho, Hofmann se provocó a sí mismo prácticamente una sobredosis con una cantidad que el mismo juzgó demasiado pequeña para poder alterar la mente: ¼ de mg. Hofmann y sus colegas suizos no tardaron en publicar sus descubrimientos a principios de los años 40. A causa de las tremendas alteraciones mentales producidas por el LSD, los científicos decidieron subrayar sus propiedades “psicóticas”.
Los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial fueron apasionantes para la psiquiatría. Además del LSD, los científicos descubrieron las propiedades antipsicóticas de la torazina. El empleo de dicho neuroléptico mejoró sorprendentemente el estado de numerosos pacientes afectados por graves enfermedades mentales. El dominio contemporáneo de la “psiquiatría biológica” nació pues estos años. Esta disciplina, que estudia la relación entre el estado mental humano y la química cerebral fue hija de esta extraña pareja, el LSD y la torazina. Siendo el intermediario de ambas la serotonina.
En 1948, un grupo de investigadores descubrieron que la serotonina presente en la sangre estaba ligada a la construcción de los músculos de las paredes de arterias y venas, lo cual fue de una importancia capital para la comprensión de la forma en que el proceso hemorrágico podía ser controlado. “Serotonina” procede del latín serum, suero,ytonus, tensión.
Durante los años 50, otro grupo de investigadores repararon en la presencia de serotonina en el cerebro de diversos animales, mostrando su precisa localización y efectos sobre las funciones eléctricas y químicas de las células nerviosas. Las drogas o cirugía que modifican las regiones que contienen serotonina en el cerebro alteran profundamente el comportamiento sexual y agresivo, así como el sueño, vigilia y todo un abanico de funciones básicas. La presencia y función de la serotonina en el cerebro y el comportamiento la confirmó como el primero neurotransmisor conocido.
Así mismo, los científicos repararon en la similitud de las moléculas de LSD y serotonina, rivalizando ambas en muchas zonas cerebrales. En muchas casos, el LSD bloquea los efectos de la serotonina, en otros, imita su efecto. Tales descubrimientos hicieron del LSD la herramienta disponible más eficaz para establecer una relación cerebro-mente.
Investigaciones de campo
Decenas de científicos administraron en todo el mundo una amplia gama de psicodélicos a millares de voluntarios sanos y pacientes psiquiátricos. Durante dos decenios, dichos experimentos fueron subvencionados generosamente por fondos gubernamentales o privados, dando lugar a la publicación de infinidad de artículos y libros, así como a conferencias y encuentros internacionales en los que se debatían los últimos descubrimientos de la investigación en materia psicodélica.
Los laboratorios Sandoz distribuyeron LSD a diversos investigadores para poder provocar un estado psicótico controlado a voluntarios sanos. Los científicos confiaban en que tales experimentos pudieran dar luz a los desarreglos psicóticos naturales como la esquizofrenia. También recomendaron proporcionar dosis de LSD a trabajadores de servicios psiquiátricos, para ayudarles a sentir empatía hacia sus pacientes psicóticos. Estos jóvenes médicos quedaron marcados por tal acercamiento temporal con la locura. El abrupto encuentro con recuerdos y sentimientos inconscientes llevaron a los psiquiatras a creer que las propiedades relajantes para la mente podrían mejorar la psicoterapia.
“Tabletas azules de gel de LSD”
Numerosos estudios sugirieron entonces que los mecanismos ordinarios de terapia mediante discusión podrían ser más eficaces mediante el empleo de psicodélicos. Decenas de artículos científicos mencionan el tremendo éxito en prácticas con enfermos incurables con síntomas obsesivo-compulsivos, estrés pos-traumático, trastornos alimenticios, angustia, depresión, alcoholismo y otras dependencias químicas como a la heroína y cocaína.
El rápido avance descrito por los investigadores que llevaron a cabo “psicoterapias psicodélicas” incitó a otros investigadores al estudio de los efectos benéficos de tales drogas en pacientes en fase terminal, consumidos por el dolor y la enfermedad. La psicoterapia psicodélica, aunque con pocos efectos sobre los estados patológicos subyacentes, dio lugar notables efectos psicológicos. La depresión se disipaba, la demanda de fármacos contra el dolor disminuía considerablemente, y la aceptación de los pacientes hacia su y enfermedad y pronóstico fue mayor. Además, pacientes y familias parecían adquirir capacidad para hacer frente a profundos problemas emocionales de un modo desconocido hasta entonces. Ciertos terapeutas creyeron entonces que una experiencia transformadora, mística o espiritual era la que daba origen a tales reacciones milagrosas a la psicoterapia psicodélica.
LSD-2D 3D
Pronto se reparó en que las experiencias descritas por voluntarios bajo la potente influencia de psicodélicos eran sorprendentemente similares a las vivencias de los practicantes de formas orientales de meditación. Los puntos en común entre alteración de la conciencia inducida por drogas psicodélicas y la provocada por meditación, llamó la atención de escritores y filósofos como Huxley, que hizo sus propios experimentos con LSD y mescalina, extremadamente ricos y positivos, bajo la tutela del psiquiatra canadiense H. Osmond durante las sucesivas visitas que le hizo a su residencia de Los Angeles durante los años 50. Huxley no se demoró en describir tales experiencias y las fantasías que le inspiraron. Sus escritos sobre la naturaleza y valor de la vivencia psicodélica fueron cautivadores y elocuentes e inspiraron a un buen número de investigadores para llevar a cabo experimentos destinados a acceder a la iluminación espiritual mediante el empleo de psicodélicos. Si bien sus ideas provocaron un movimiento masivo a favor de los psicodélicos, Huxley era un firme partidario de la limitación a su acceso, no debiendo reservar su uso más que a una élite de intelectuales y artistas, lejos de creer en que la población común pudiera estar preparada para sacar provecho de tales experiencias sin riesgo alguno.
Prohibición
Sin embargo, los estudios sobre enfermedades incurables, y la comparación de los efectos de las drogas psicodélicas con los de determinadas experiencias místicas, enredaron de un modo nefasto ciencia y religión. La investigación comenzó a alejarse demasiado del programa original de los Laboratorios Sandoz.
Para complicar aún más las cosas, durante los años 60 el LSD se fugó de los laboratorios. Un sin fin de noticias sobre suicidios, urgencias, asesinatos, malformaciones de fetos, alteraciones cromosómicas, invadió los medios de comunicación, lo cual, añadido al abandono total de principios por Timothy Leary y su equipo de investigadores en la Universidad de Harvard reforzó la sospecha de que ni siquiera los científicos podían controlar tan poderosas substancias.
“Nixon vs. LSD”
Los medios de comunicación exageraron las consecuencias negativas fisiológicas y psicológicas de las drogas psicodélicas. Numerosos artículos fueron fruto de investigaciones superficiales, otros no eran más que pura invención. Posteriores publicaciones desmintieron las acusaciones de alta toxicidad y deterioro cromosómico de los psicodélicos pero estos estudios apenas tuvieron eco después de tanta mentira. Una ola de artículos con descripciones de “malos viajes”, reacciones negativas a los psicodélicos empezaron a invadir la literatura psiquiátrica. Pero estaba claro que el índice de complicaciones psiquiátricas era extraordinariamente bajo en sesiones controladas, ya sea con voluntarios normales o pacientes. Sin embargo, cuando personas inestables o con problemas psiquiátricos tomaban psicodélicos impuros o desconocidos, combinados con alcohol y otras drogas de modo descontrolado y sin una vigilancia adecuada, los problemas era evidentes.
Como reacción a la ansiedad del público norteamericano por el uso descontrolado del LSD, y dejando de lado toda objeción procedente del medio científico, el congreso de EE.UU. promulgó en 1970 la ley que ilegalizó el LSD y demás psicodélicos. El gobierno provocó que la comunidad científica dejara de lado sus proyectos, poniendo todo tipo de trabas para conseguir una partida de substancias con las cuales llevar a cabo cualquier investigación al respecto y hacer florecer nuevos estudios. Los fondos se vivieron inexistentes y los investigadores abandonaron sus experimentos. Con la nueva ley sobre estas substancias, el interés por la investigación desapareció tan rápidamente como la forma en que se inició. Era como si tales substancias jamás se hubieran descubierto.
Evolución
Si se tiene en cuenta el intenso ritmo de investigación en materia de psicodélicos hasta hace apenas 40 años, no se puede uno más que sorprender por la total inexistencia que se les reserva en el actual panorama médico y psiquiátrico. Los psicodélicos constituyeron el pilar del desarrollo de la psiquiatría durante más de veinte años. Hoy en día, el desconocimiento de las nuevas generaciones de médicos y psiquiatras sobre la materia es total.
La evolución del estudio científico en materia de psicodélicos ha seguido un proceso muy poco natural. Comenzaron su carrera como “remedios milagrosos” para pasar a ser al poco tiempo “drogas abominables”, no dando lugar a más.
Si los estudiantes de medicina y psiquiatría saben tan poco acerca de las drogas psicodélicas, esto no se debe a las conclusiones de la investigación en la materia, sino a la manera en que acaba dicha investigación, que desmoralizó profundamente a la psiquiatría universitaria, que tuvo que dar completamente la espalda a los psicodélicos.
La investigación psicodélica fue un capítulo hiriente y humillante en la vida de tantos científicos eminentes, los más brillantes y mejores psiquiatras de su generación. Los investigadores psiquiátricos europeos y norteamericanos más respetados en la actualidad, tanto en medios universitarios como por la industria farmacológica, forjaron su vida profesional en la investigación de psicodélicos. Los miembros más influyentes de la profesión descubrieron que la ciencia, el trabajo y la razón eran incapaces de defender sus estudios ante la promulgación de leyes represivas alimentadas por la opinión pública, la emoción y los medios de comunicación.
Desde el preciso instante en que tales leyes se aprobaron, el control gubernamental así como la financiación pública y privada retiraron rápidamente autorizaciones, suministro de drogas y dinero para el estudio. Las drogas psicodélicas, que los investigadores estimaban como claves excepcionales para la curación de enfermedades mentales y tomas de conciencia se convirtieron en objeto de temor y de odio.
Un problema más se añadió. Los psicodélicos se convirtieron en objeto de disputa en el seno de la psiquiatría misma. Los psiquiatras puristas de la biología como una fuente dejaron de tolerar a todos sus colegas “atrapados por la religiosidad” y que ensalzaban los poderes curativos y espirituales de estas drogas. Éstos últimos consideraron a los partidarios del “todo cerebral” como estrechos de mente y limitados. La psiquiatría nunca estuvo de hecho a gusto con ninguna cuestión espiritual, y esto dio lugar a que toda una nueva cohorte de profesionales se centrara en poner en tela de juicio cualquier resultado de investigaciones sobre psicodélicos, dando lugar a la “teoría y práctica transpersonal”. De este modo, ciertos investigadores en materia de psicodélicos encontraron el modo de deshacerse de los complejos y contradictorios efectos que tales drogas causaban en sus pacientes y ellos mismos.
La falta de interés actual en el medio universitario puede comprenderse por la total ausencia de continuidad en materia de investigación con voluntarios. Sin embargo, es común que en la formación de futuros médicos se hable de teorías y técnicas pasadas, inclusive de todas aquellas caídas en desuso… desde los años 70, parece que las drogas psicodélicas nunca hubieran existido en el ámbito universitario y médico. Esto hasta mediados de los años 90, momento en que el Dr. Strassman organiza un seminario de investigación sobre drogas psicodélicas para internos en psiquiatría en la Universidad de Nuevo México. Probablemente la única desde hacía décadas.
DMT por todas partes
Químicamente simple, el DMT permite sin embargo a nuestra consciencia acceder a las más increíbles e inesperadas visiones, pensamientos y sensaciones, abriendo la puerta a mundos fuera del alcance de nuestra imaginación.
El DMT existe en nuestro cuerpo y en el reino animal y vegetal. Forma parte de la constitución ordinaria de humanos y otros mamíferos, animales marinos, hierbas y semillas, sapos y ranas, hongos y moho, corteza, flores y raíces.
El alquimista psicodélico Alexander Shulgin dedica todo un capítulo al DMT en su extenso compendio Tikhal: Tryptamines I Have Known and Loved. En este capítulo titulado “DMT en todas partes”, subraya: “El DMT está… en esa flor, en aquel árbol, en ese otro animal… está presente prácticamente en cualquier lugar donde miremos”. Pero donde más abunda el DMT es en ciertas plantas de América Latina. Lugares donde el hombre conoce sus sorprendentes propiedades desde hace docenas de miles de años.

A mediados del S.XIX, dos exploradores amazónicos, el inglés Richard Spruce y el alemán Alexander von Humboldt, describieron por primera vez los efectos de tomas y brebajes exóticos psicotrópicos elaborados a partir de plantas por tribus indígenas. Los indígenas de América Latina siguen realizando estas tomas, denominadas yopo, epena, jurema. Consisten en enormes dosis, hasta de 30gr. o más. Existe una técnica espectacular, que consiste en que un ayudante del consumidor insufla la mezcla en la nariz de éste mediante un tubo. La fuerza del soplo ha de ser suficientemente fuerte como para tumbar al receptor. Spruce y Von Humboldt relatan cómo los indígenas se sumergen de forma inmediata en un estado delirante acompañado de vómitos, sudores y contorsiones incoherentes. Estos primeros exploradores escucharon historias de visiones fantásticas, “viajes fuera del cuerpo”, predicciones, localización de objetos perdidos, y contacto con ancestros y demás entidades etéreas.
Otro preparado vegetal, consumido en forma de brebaje, parecía producir efectos similares, aunque no de forma tan espontánea. La Ayahuasca o Yagé es fuente de inspiración de infinidad de obras artísticas rupestres y pinturas presentes en construcciones indígenas, lo cual denominaríamos en nuestros días “arte psicodélico”.
Mientras las muestras de plantas traídas por estos dos exploradores languidecían en los archivos de algún museo de historia natural, el químico canadiense R. Manske, en una investigación independiente, sintetizó una nueva droga llamada N,N-dimetiltriptamina, o DMT, a partir de la fresa arborescente, un arbusto presente en el continente norteamericano. Por lo que se sabe, Manske sintetizó el DMT, tomó nota de su estructura, y guardó el producto en algún cajón olvidado de su laboratorio. Nadie conocía entonces la existencia del DMT en las plantas psicotrópicas, sus propiedades psicodélicas o su presencia en el cuerpo humano. El interés de los científicos no se despertó hasta bien acabada la Segunda Guerra Mundial.

El descubrimiento del LSD y de la serotonina quebrantó a principios de los años 50 los cimientos de la psiquiatría freudiana, sentando a la vez las bases de la neurociencia. El interés de los científicos por los psicodélicos , que empezaron a llamarse a sí mismos “psicofarmacólogos”, les llevó buscar los ingredientes activos mediante el análisis de cortezas, hojas, raíces y semillas de plantas descritas como psicodélicas 100 años atrás. La familia de las triptaminas fue un centro de interés evidente por ser el LSD y la serotonina ellas mismas triptaminas.

El precursor: Stefan Szára
En los años 50, el químico y psiquiatra húngaro Stefan Szára conoció en profundidad y se interesó por el efecto psicotrópico del LSD y de la mescalina, por lo que decidió encargar un poco de LSD a los laboratorios Sandoz con el fin de llevar a cabo sus propios estudios sobre la química de la consciencia. Puesto que Szára vivía detrás del telón de acero, la sociedad farmacéutica suiza no accedió a mandarle el pedido, por temor a que el potente LSD cayese en manos de los comunistas. Tal rechazo no le desanimó sino que le incitó a estudiar todo lo relativo al DMT, que sintetizó en su laboratorio de Budapest en 1955.
Szára ingirió dosis crecientes de DMT sin sentir efecto alguno, lo cual le llevó a preguntarse si algo en el sistema gastrointestinal impedía la absorción del DMT, planteándose la inyección por vía intramuscular del mismo. Tal presentimiento precedió el descubrimiento del mecanismo intestinal que disuelve el DMT ingerido por vía oral –mecanismo que los indígenas sudamericanos habían aprendido a esquivar hace miles de años. Decidido a ir el primero, en 1956, Szára se inyectó una intramuscular de DMT, de aproximadamente la mitad de una dosis “completa”: “Al cabo de 3 o 4 minutos, empezaron las sensaciones visuales, similares a las descripciones de Hofmann y Huxley sobre el LSD y la mescalina. Era apasionante. Estaba claro que había descubierto el secreto.” Tras multiplicar la dosis por dos: “Los síntomas físicos hicieron su aparición. Ligero picor, temblores y náuseas, dilatación de las pupilas, aumento de la tensión y del ritmo cardiaco. Todo acompañado de fenómenos eidéticos, claras representaciones alucinatorias, imágenes o trazas de objetos percibidos visualmente, ilusiones ópticas y alucinaciones que consistían en motivos orientales de vivos colores en movimiento. Más adelante vi maravillosas escenas alterándose rápidamente. Los rostros de las personas parecían máscaras. Mi estado emocional llegaba hasta la euforia. Mi conciencia estaba disuelta en alucinaciones y mi atención quedaba firmemente ligada a ellas. Al cabo de ¾ de hora los síntomas desaparecieron y pude describir estos efectos.”
SzáraTrabajo de campo: DMT versus LSD
Szára reclutó rápidamente a 30 voluntarios, la mayor parte jóvenes colegas médicos de Hungría. Todos recibieron dosis psicodélicas. La experiencia de uno de esos jóvenes: “El mundo entero brilla… la estancia está repleta de espíritus. Causa vértigo… Ahora, es lo más! Tengo la sensación de volar… por encima de la tierra, por encima de todo. Me reconforta saber que estoy de vuelta. Todo tiene un tinte espiritual, pero muy real… siento que por fin aterrizo.”
Otra joven médico transcribió: “Todo es tan sencillo. Ante mí se encuentran dos dioses en calma, bajo la luz del sol… y pienso que me acogen en este nuevo mundo. El silencio es tan profundo como en el desierto… Por fin estoy en casa… Juego peligroso… Sería tan fácil no regresar. Apenas tengo consciencia de ser médico, pero esto no es importante: lazos familiares, estudios, proyectos y recuerdos se hallan ya demasiado lejos y sólo este mundo es importante, soy libre y estoy totalmente sola.”
Occidente había descubierto el DMT. Y el DMT había entrado en su consciencia.
Disolución de consciencias a pesar de algún “mal viaje” provocado ocasionalmente en alguno de sus voluntarios, a Szára le gustaba particularmente el DMT por su corta acción. Era relativamente fácil utilizarlo, totalmente psicodélico, y las experiencias podían llevarse a cabo en pocas horas. Tras escapar de Hungría con una buena cantidad de DMT a finales de los años 50, se encontró en Berlín con otro colega que le introdujo a su vez en sus estudios sobre el LSD. Szára pudo por fin sumergirse en el estudio de tan fabuloso psicodélico. Los efectos fueron de su interés. Pero las 24h. de duración de los efectos del LSD le parecieron demasiado largos para su gusto.
Cuando emigró a los Estados Unidos, el principal interés de Szára en materia de investigación siguió siendo el DMT, desarrollando su labor en el Instituto Nacional de Salud de Bethesda, Maryland, donde trabajó más de 30 años llegando a ocupar el puesto de Director de Investigación Clínica en el National Institute on Drug Abuse, antes de jubilarse en 1991.
Otros grupos confirmaron y ampliaron los descubrimientos de Szára, incluyendo el hecho de que el DMT ha debía ser inyectado para hacer notar sus efectos. Sin embargo, sorprende constatar que ningún investigador aparte de Szára diese información detallada de sus propiedades psicológicas.
Un mundo de placer y sensacionesPor ejemplo, su antiguo laboratorio de Budapest declaró que el DMT provocaba en voluntarios normales “un estado psicótico dominado por alucinaciones coloridas, pérdida del sentido de la realidad temporal y espacial, euforia, experiencias fantasmales y en ocasiones ansiedad”. El Public Health Service Hospital de Lexington, Kentucky, uno de los centros americanos más activos en materia de investigación se limitó a constatar en sus ensayos con presos que los efectos del DMT conllevaba “ansiedad, halucinaciones y distorsiones perceptivas”. Aún menos reveladores fueron los estudios del U.S. National Institute of Mental Health, donde un grupo de aguerridos voluntarios habituados a los psicodélicos se limitaron a evaluar mediante un número “a qué altura habían llegado” con una dosis completa de DMT, constatando el estudio que la mayor parte de los voluntarios no habían llegado tan lejos en su vida.
¿Qué es el DMT?
A pesar de la sólida producción de artículos de investigación sobre el DMT por parte de Szára y otros, éste permaneció como una curiosidad farmacológica: intenso, de corta duración, presente en las plantas. El LSD quedó en ventaja frente al DMT pero todo esto cambió cuando se descubrió la presencia de DMT en el cerebro de ratones y ratas y el modo en que los cuerpos fabricaban dicha substancia. En 1965, científicos alemanes publicaron en Nature, importante publicación científica británica, que habían aislado DMT en la sangre humana. En 1972, el premio Nobel J. Axelrod, destacó su presencia en en tejido cerebral humano. Otro estudio demostró que también podía hallarse presente en la orina y el fluido cerebroespinal que baña el cerebro. No pasó mucho tiempo hasta que se descubrió los modos, los mismos a los de los animales, en que el cuerpo humano fabricaba DMT. El DMT pasó a ser el primer psicodélico humano endógeno (generado dentro del cuerpo). Hay otros compuestos endógenos con los cuales nos hemos familiarizado desde esta época. Por ejemplo, los compuestos morfinoformes endógenos son las endorfinas. Sin embargo, el descubrimiento del DMT en el cuerpo humano hizo mucho menos ruido que el de las endorfinas. La creciente ola antipsicodélica que barrió EE.UU. desde aquella época adiestró a los investigadores contrael estudio del DMT endógeno. Los descubridores de las endorfinas, en revancha, obtuvieron un Premio Nobel.
Arte espiritual“¿Qué hace el DMT en nuestro cuerpo?”
La pregunta se convirtió en una cuestión crucial que la psiquiatría se limitó a zanjar de la manera más burda: “Provocar enfermedades mentales”. El DMT se relacionó entonces estrechamente con la esquizofrenia. Se encontraba en el mal lugar en el mal momento.
El DMT está estrechamente emparentado con la serotonina, el neurotransmisor asignado a los psicodélicos. Afecta a los receptores de la serotonina de un modo similar al del LSD, psilocibina y mescalina. Dichos receptores se hallan en todo el cuerpo, en los vasos sanguíneos, músculos, glándulas y piel. Sin embargo, el cerebro, con infinidad de receptores de serotonina sensibles al DMT, ligados al humor, la percepción y al pensamiento, es el lugar donde el DMT ejerce sus efectos más interesantes. El cerebro rechaza la entrada de la mayor parte de las drogas y productos químicos, haciendo una más que curiosa excepción con el DMT. Escudo prácticamente impenetrable, la barrera de sangre cerebral impide a los agentes indeseados dejar la sangre para penetrar el tejido cerebral. Tal defensa se extiende incluso hacia los hidratos de carbono y grasas que los demás tejidos utilizan para crear energía. El cerebro no quema más que la forma de combustible más pura: el azúcar o glucosa. Sin embargo, ciertas moléculas son objeto de un transporte activo a través de la barrera de la sangre cerebral. Pequeñas moléculas especializadas las conducen al cerebro, proceso que requiere una enorme cantidad de preciosa energía. La razón por la cual el cerebro transporta estos compuestos a esta “zona sagrada” es evidente: los aminoácidos necesarios para el sostenimiento de proteínas cerebrales tienen el paso autorizado.
Secante de LSD firmado por Tim Leary.En 1976, científicos japoneses descubrieron que el cerebro transporta activamente el DMT a través de la barrera sanguínea. No existe otra substancia psicodélica por la que el cerebro demuestre tal interés. Si el DMT fuera simplemente un subproducto derivado de nuestro metabolismo, tal y como venían afirmando los psiquiatras, ¿porqué el cerebro se comporta de un modo tan inusual para adentrarlo en sus confines?
Allí donde el DMT hace su aparición, el cuerpo hace lo posible para utilizarlo rápidamente. Una vez que el cuerpo ha producido o recibido DMT, ciertas enzimas llamadas monoaminas-oxidasas (MAO), cuya concentración es especialmente alta en la sangre, hígado, estómago, cerebro e intestinos, lo disuelven en pocos segundos. Su presencia explica que el efecto del DMT sea tan corto.
Se puede decir que el DMT es un alimento para el cerebro. Nada más entrar, es utilizado. El cerebro transporta activamente el DMT a través de su sistema de defensa pero igual de rápido, lo deshace, dando lugar a pensar que la substancia es necesario para mantener una función vital cerebral normal. Sólo cuando el nivel de DMT es demasiado elevado podemos acceder a experiencias extraordinarias.
¿Porqué nuestro cuerpo fabrica DMT?
La respuesta del Dr. Strassman es clara: “Porque es la molécula del espíritu.” Una molécula del espíritu debe provocar, con una fiabilidad razonable, ciertos estados psicológicos que consideramos “espirituales”. Estos son sentimientos de alegría extraordinaria, de intemporalidad y la certeza que lo que experimentamos es “más real que la realidad”. Tal substancia puede conducirnos a una visión de coexistencia de opuestos, como la vida y la muerte, el bien y el mal; un conocimiento de que la consciencia continúa después de la muerte; una profunda comprensión de la unidad de base de todos los fenómenos; y un sentimiento de sabiduría o amor que ataña a todo campo de la existencia.
La vista no vale de nada si la mente está ciega.Una molécula del espíritu conduce también a reinos espirituales. Mundos que nos son de costumbre invisibles y no son accesibles en un estado ordinario de consciencia. Sin embargo, tan verosímil como es la teoría según la cual estos mundos existen tan solo en el campo mental, es la que establece que son, en realidad, “exteriores” a nosotros, y dotados de una existencia propia. Si cambiamos simplemente nuestras facultades receptoras cerebrales, podemos no solo comprenderlos sino también interactuar con ellos.
Hay que recordar que una molécula del espíritu no es espiritual en sí misma. Es un instrumento, un vehículo al que amarrar nuestra consciencia para ser remolcado a otros planos. Se necesita firmeza y preparación, puesto que cielo e infierno, sueño y pesadilla, forman los planos espirituales. El papel de la molécula del espíritu parece angelical, pero esto no garantiza que podamos adentrarnos en un mundo demoniaco.
El hecho de que el DMT se encuentre en todo el cuerpo es relevante. El cerebro lo busca, lo atrae y lo asimila sin demora. Como psicodélico endógeno, el DMT puede estar implicado en estados psicodélicos no provocados, que nada tienen que ver con la absorción de drogas, pero con una similitud asombrosa con los estados inducidos por algunas de éstas. Es posible que bajo la tutela del DMT endógeno seamos capaces de experimentar estados de ánimo transformadores, asociados a las experiencias de nacimiento, muerte, umbral de la muerte, contacto con entidades y a una consciencia mística / espiritual.
No se distorsiona la realidad al afirmar que el cerebro está hambriento de DMT.
Texto: Growland.org
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